NELSON MANDELA


La celda es un lugar idóneo para conocerte a ti mismo, para indagar con realismo y asiduidad cómo funciona tu propia mente y tus sentimientos. Al juzgar nuestra evolución como personas, solemos centrarnos en factores externos como la posición social, la influencia y la popularidad propias, la riqueza y la formación. Sin duda, esos parámetros son importantes al evaluar el éxito de uno mismo en cuestiones materiales y es perfectamente comprensible que mucha gente se esfuerce especialmente por cumplirlos. Sin embargo, los factores internos pueden ser aún más cruciales a la hora de evaluar el desarrollo como seres humanos. La honradez, la sinceridad, la sencillez, la humildad, la generosidad sin esperar nada a cambio, la falta de vanidad, la buena disposición a ayudar al prójimo (cualidades muy al alcance de todo ser) son la base de la vida espiritual de una persona. La evolución en cuestiones de esa índole es inconcebible sin una introspección seria, sin conocerte a ti mismo, sin  ser consciente de tus puntos débiles y de tus errores. Al menos, aunque sólo sirva para eso, la celda te da la oportunidad de analizar a diario toda tu conducta, de superar lo malo y de potenciar lo bueno que hay en ti. A tal efecto, meditar con regularidad (digamos que unos quince minutos al día antes de acostarte) puede resultar muy fructífero. Al principio te puede parecer difícil definir los aspectos negativos presentes en tu vida, pero el décimo intento puede reportar muchas recompensas. No olvidemos nunca que un santo es un pecador que simplemente sigue esforzándose.
Extraído de una carta a Winnie Mandela en la cárcel de Kroonstad, con fecha de 1° de febrero de 1975.